Se cuenta que las grandes decisiones políticas que tomó Abraham Lincoln en su vida fueron fruto de su interés por el espiritismo. Su esposa, Mary Todd Lincoln, también fue una entusiasta de este tema. Después de la muerte de su hijo Willie, Lincoln realizaba sesiones de espiritismo para intentar ponerse en contacto con el espíritu de su hijo.
Mientras fue presidente de los Estados Unidos, Lincoln asistía a sesiones con famosos médiums, junto a otras personalidades políticas como Cora Maynard y Nettie Colburn, quienes lucharon por la declaración de la independencia americana.
Maynard llegó a decir que Lincoln escribía gran parte de sus discursos políticos gracias a los espíritus.
Colburn dijo una vez que entró en trance en el momento en el que le informó a Lincoln que la Guerra Civil americana se produciría con el fin de liberar a los esclavos del sur.
Los historiadores encontraron estas declaraciones totalmente desafortunadas y refutaron las afirmaciones de Colburn Antes de su reelección en 1860, Lincoln vio su propia imagen en varios espejos a la vez. Concretamente vio dos imágenes de sí mismo. En una de ellas aparecía muy pálido y desaparecía cada vez que él fijaba su mirada en ella.
Al contárselo a su esposa ésta vio en esa imagen un signo significativo de que Lincoln no sobreviviría a su segundo mandato Diez días antes de su asesinato, Lincoln tuvo un sueño premonitorio. Estaba en una profunda calma cuando de pronto oyó sollozos en alguna de las habitaciones. Buscó y buscó, pero no veía a nadie, a pesar de que el llanto seguía sonando.
Cuando llegó a la East Room vio un catafalco y una serie de soldados haciendo guardia en él. Había muchas personas llorando en la sala. Lincoln se acercó hasta el ataúd y cuando vio el rostro cubierto del muerto preguntó de quién se trataba.
Uno de los soldados le contestó que aquel cuerpo era el del Presidente de los Estados Unidos, que había sido asesinado La noche antes del asesinato, Lincoln le habló a uno de los miembros de su gabinete de aquel sueño. El día de la tragedia le dijo a Crook, su guardaespaldas, que había soñado durante tres noches seguidas con su asesinato.
Crool le suplicó que no fuera al Teatro Ford, pero Lincoln había prometido a su esposa que asistiría.
Cuando Lincoln llegó hasta el teatro, miró a Crook y le dijo: “Adiós, amigo”.